El brillo de los cuarenta.

Quirosofía

Estar rubi-cundo.

No, no es salmón lo que ves en la imagen de la izquierda. Es rubí, en bruto; sin pulir.

Este mineral, una vez trabajado, luce cual la joya que es; atractivo, luminoso, elegante. En su previa y natural condición de piedra, el rubí es gema… en potencia.

Como la salud. Se manifiesta en su total plenitud, al ocupamos de ella y cultivarla.

Luego, está la palabra rubicundo. Viene del latín, rubicundus; una combinación de ruber (rojo) y undo (que tiene). Por tanto, que tiene rojo, que es rojizo.

Pero el segundo significado de rubicundo, que ofrece la RAE, es el que llama la atención; “dicho de una persona: de buen color y que parece gozar de completa salud.”

Llegamos así al porqué de haber encabezado este apartado, del modo que puedes ver y leer:

Quien se ajusta regularmente la espalda, está rubicundo.

Goza del brillo de tu más valiosa joya: salud integral.

Quips

Cuida tu joya.

Si resulta interesante la imagen de una espalda engalanada con una joya, más debe interesarte cuidar tu espalda como a una joya.

Y si el brillo de una joya está determinado por su cuerpo, con la espalda es al revés: determina el brillo de tu cuerpo, si la ajustas regularmente.

Bien sabes que la Quiropráctica, además de ser eficaz para tratar dolores de espalda, beneficia de mil y una maneras más a todo tu cuerpo:

Alivia y reduce los dolores de cabeza; mejora la actividad sexual; combate la ansiedad y el estrés; revitaliza la piel y, en general, incrementa el rendimiento físico y aumenta tu bienestar.

Tu espalda, más que una joya, es un tesoro.

Y en Equilibrium está a buen resguardo.

Equilibrium Vitae

De ti depende.

¿Cómo hacer depender la felicidad de uno mismo? La auténtica felicidad, la que permanece.

Aplicando siete reglas básicas cuya única dificultad consiste en ponerlas en práctica a diario. Son estas [1]:

1. “Dejarnos unos minutos «en silencio» para nosotros mismos.
2. “Programar, dentro de las rutinas del día, alguna actividad que nos ayude a sentirnos bien.
3. “Cerrar los ojos, respirar en profundidad y escucharnos por dentro, al menos durante las rutinas de la vida diaria.
4. “Sonreír, interna y externamente, durante la mayor parte del día; no como una «pose», sino como reflejo de nuestra satisfacción interior. Mirar con afecto a los que nos rodean.
5. “Pensar en las cosas agradables que hemos hecho, en las que nos quedan por hacer y en las que nos sorprenderán favorablemente.
6. “Hacer un poco de ejercicio que nos ayude a sintonizarnos con nuestro ritmo biológico, con esa parte física que tanto nos repercute a nivel emocional.
7. "Mirarnos al espejo con complacencia, identificándonos con la imagen que nos devuelve y sabiendo que somos capaces de mejorarla.”

Antes de pensar o decir que son pocas o fáciles, aplícalas durante quince días seguidos.

De ti depende. Nos vemos por aquí, en quince días y nos contamos. ¿Vale?

Referencias:

[1] Álava, M. La inutilidad del sufrimiento. Madrid: La Esfera de los Libros; 2010; pp. 241-242.